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martes, 1 de noviembre de 2011

El paso del tiempo

El paso del tiempo deja dolorosas huellas en el ánimo y en el físico del hombre, el destino, en muchas ocasiones, es demasiado cruel. Algunas personas no saben envejecer, pretenden realizar las mismas cosas que cuando eran jóvenes, pero su agilidad ya no es la misma y se niegan a aceptarlo. Ellos, que guiaron a sus hijos protegiéndoles de los peligros y les ayudaron a superar los obstáculos del camino, parecen tener miedo a avanzar por la senda diaria, necesitan aferrarse a otras manos más fuertes, tienen que apoyarse en otras personas para poder avanzar por el sendero de la vida que, tanto por sus limitaciones físicas como, frecuentemente, por la incomprensión de la sociedad, cada vez es más duro, les resulta más dificultoso avanzar por la empinada cuesta de la vida. Entonces, se amargan, se resisten a aceptar las nuevas circunstancias e, incluso, se niegan a poner los medios adecuados para continuar disfrutando de la vida, porque aún se puede. Hay que disfrutar al máximo de lo que nos ofrece el nuevo día! Ellos se resisten a los cambio, no dan su brazo a torcer y su carácter tornase huraño, insoportable, miran con recelo todo cuanto pudiera aliviar sus males. Sus relojes continúan avanzando al compás del tiempo de otra época, y pretenden que todo continúe igual. Sin embargo, nada es igual, no puede ser igual, es imposible. Se han convertido en fantasmas de su pasado y sus pasos lentos, cansados, ensombrecen la alegría de las calles que les observa, con lágrimas en los ojos, como avanzan lentamente. Son sombras de lo que fueron y lo más incomprensible de su penosa situación es que parece que se resisten a compartir con los suyos la dicha de la vida.

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